Sentirte hogar

Por fin he dejado ese sentimiento egoísta de pensar que nadie podría quererte tanto como yo, que nadie apreciaría tu mirada ni sabría nunca lo que te gusta que te abracen, que tu despertador debe sonar tres veces para que puedas despertar, que adoras el regaliz rojo o que la música de tu coche depende de tu estado de ánimo. Puede que todo ello fuera por un escondido motivo que me negaba a admitir: no querer dejarte marchar.

Reconozco que me aterraba la idea de no tenerte detrás de todos los planes, no pensé que dolería tanto decir adiós a aquel que me besaba por las mañanas con sabor a caramelo de menta, a salir del trabajo sabiendo que estarías ahí o esperar en tu portal a que volvieras a casa. Me negaba a dejar marchar los martes de desayuno y los viernes de película.

101

No quería no poder volver a robarte el café de las 7 de la mañana y que mi pelo no oliera a tu champú. Quería seguir enganchada a tu balcón buscando la lluvia. Porque todavía me paro frente a aquella librería y me saca una sonrisa ver que el libro sigue estando en el escaparate esperando a algún lector valiente.

102

Ayer nos vimos después de meses. Al principio fue como volver a aquel día que te vi por primera vez. Llevabas el mismo traje y esa sonrisa. No has cambiado nada. Y te echaba tanto de menos que por un momento he sentido que me ahogaba. Echo de menos contarte cosas sin sentido, contarte que una vez más he perdido la tarjeta del autobús; hablarte de que volví a patinar sobre ruedas o de que por fin me he atrevido a buscar fecha para un tatuaje. Y siempre oír tu risa. Echo de menos escucharte, echo de menos ese “primero un café y después que pase lo que tenga que pasar” tan tuyo que lo hice mío. Echo de menos el dolor en la cara después de reír durante horas. Y a ti, sobre todo a ti.

Pero ha sido al mirarte cuando he sabido que te dejaba marchar. Dejo a un lado los reproches, porque no merecemos ni uno de ellos, yo solo quiero sonrisas. Dejemos el dolor para el pasado, dejemos que solo sea ese recuerdo de que yo tenía razón: Nos quisimos de verdad. Y tú tenías razón: Mereció la pena.

Porque ojalá un día poder contarte que no fuimos las personas indicadas en el momento equivocado, solo fuimos nosotros justo en el momento que necesitábamos encontrarnos. Y tú me encontraste. Gracias, por enseñarme que la vida es una cajita de sonrisas y confeti, lluvias de verano, velas perfumadas y girasoles. Gracias, por algo tan increíble como soñar a tu lado.

Por ese trocito de mí, que siempre será tuyo.

85

Deja un comentario